miércoles, 11 de mayo de 2011

Momentos de servidumbre y otras putadas (II)

Otro día, ya en segundo, se montó la que guardaré como la mayor de las batallas entre cliente y Diano. Eso era la guerra.

De hecho, aun sigo viendo a ese hombre por la calle, y aun me dan ganas de correr tras él y meterle una somanta de palos.

Recuerdo que por aquel entonces, ya de prácticas, no había suficientes camareros para carne y pescado plancha en el buffet, así que yo, como buena y adelantada alumna, decidí prestarme a tan menester, aunque no lo había hecho nunca.

El caso es que el buffet estaba petadísimo, había como 50 personas esperando, y la gente, que hacía la cola como le salía de la punta de la nariz, decidió colarse, y yo, que no podía estar a todo, suficiente tenía con entender la diferencia entre "aragia" y "arrainak" entre una vorágine de gente que me escupía las palabras, no me enteré.

Seguí tomando comandas según el orden que habían formado los clientes, y aquel señor empezó a gritarme, escupiéndome mientras, y avalanzándose sobre el mostrador
"Oye, tu, estaba yo antes, has dejado que esas dos se cuelen, y yo llevo esperando aquí media hora, es inconcebible"
"Disculpe, pero es usted quien se ha quedado atrás, yo solo estoy respetando el orden de clientes de la cola"
"¡Pero yo estaba antes que ellas, atiéndeme a mi primero!"
"Dígame qué desea y ahora se lo entrego"
"Pero es que yo estaba antes, se lo has dado antes a ellas que a mi, éso que tienen debería ser para mi, es que no me lo puedo ni creer, que mala organización, eres una camarera malísima"

Y ahí ya si. Ahí ya si que me tocó la fibra... Nunca olvidaré esas palabras tan injustas que emanaron de su boca...
"¡Le estoy diciendo que está usted mal colocado, que ha sido su culpa, yo ni siquiera soy camarera y no tiene por qué narices decirme nada, dígaselo al responsable, que está ahí detrás! ¿O es que solo le apetece gritarme a mi y no a un hombre de metro ochenta con cara de mala gaita?"

Vino mi profesor, que, por cierto, era el mismo que el que me salvó del asesinato del albardado, y puso orden.
"Diano, ¿qué pasa?"
"Este hombre no para de gritarme porque dice que yo he colado a estas dos chicas cuando es él quien no avanza en la cola y se va quedando atrás. Ya sabes que yo ni siquiera debería estar aquí, que os estoy ayudando, no me parece ni medio bien que me trate así..."

Y entonces, solo entonces, quise hacerle cien hijos a mi querido profesor, que se coronó con esta frase:
"Caballero, disculpe, pero sabe perfectamente que ésto es una escuela, donde todos son alumnos que están aprendiendo. Si quiere entenderlo, bien, si no ya sabe dónde está la puerta. Pero no vuelva a gritar a una alumna y, si tiene alguna queja, me la hace a mi. Buenos días."

Sin más, creo que, tras semejante vejación por parte de ese mongol, no pude haberme redimido de ninguna otra manera que mirando cómo iba cambiando su cara según el profesor iba soltando la frase. Gracias Patxi :)

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