viernes, 13 de mayo de 2011

Café chachi

¿Cómo sacar de la nada algo chulo?

Para eso, o eres muy original, perspicaz y tienes buenas ideas... O tienes que ser cocinero.
Los cocineros somos así: convertimos la comida que otra gente tira al plato como si fuese bazofia, en arte. Bueno, algunos de nosotros somos así, otros... Si, tiran la comida al plato.

El otro día, con el tema del estudio del café, se me antojó un café rico rico, pero además quería hacer una presentación original, que no fuese el típico moca, mocca, mocha, mokka, moka o como diantres se escriba, al que se le echa un chorro de jarabe de chocolate de marca "pryca", un café lleno de posos, cinco metros cúbicos de espuma de leche, se pone en una taza transparente, se tira un azucarillo al lado y dices: mira, aquí tienes tu café, ptú (onomatopeya de un escupitajo).

Efectivamente no es nada del otro mundo, sobre todo porque la leche se confunde con la pared, y parece que exprimí tanto el brick, que la pinté de nuevo.
Pero en fin, la idea era un café que el propio cliente pusiese a su gusto:  de café y de chocolate. Lo que hay pegado a la pared de la copa (como podéis comprobar, es la única en el mundo que tengo, así que tengo que sacarla partido... Pero si a alguien le apetece regalarme una para la inauguración de mi piso en Madrid, os dejo) es una mezcla de café y chocolate lévemente diluido en leche, de tal forma que, a base de calor, se consigue un jarabe espeso que se adhiere (atentos, que me he puesto técnica, no hay quien me pare) a las paredes del cristal. La cuchara está napada (qué cantidad de cosas interesantes digo) en esa misma mezcla, y después rebozada en canela.

El servicio al cliente no es más que echar, en frente suyo, mientras le guiñamos un ojo y le pedimos el teléfono (si es atractivo/a), la leche bien caliente y dejar que él mismo actué.
En función de cómo lo quiera de cargado revolverá y rascará más o menos, mientras se juega con el pelo entre sus dedos y nos devuelve el guiño de ojo.
Pero es en ese momento y en ningún otro cuando, por el choque térmico (vuelvo a las andadas), la copa reventará y nos quedaremos, ambos, sin ojos que guiñar. ¿No es una idea fantástica? 

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